es aún la arquitectura un asunto público? debate con Pablo Ferreiro

debate en el blog de Cañete.

el 9 de diciembre Pablo Ferreiro publica en www.loveartnotpeople.org una critica breve pero con múltiples implicaciones a la entrevista que Rodrigo Cañete le había hecho a Mauricio Corbalán en el mismo blog bajo el titulo:

EL ARQUITECTO DE UNO DE LOS ESTUDIOS GANADORES DEL CONCURSO DEL ECOPARQUE SALE A CONTESTAR A SU COLEGA MAURICIO CORBALÁN: ‘POR QUÉ NO DAS EL DEBATE PARTICIPANDO EN EL CONCURSO EN LUGAR DE HACERLO EN ESTE BLOG?’

el día 13 de diciembre, contesto a Pablo Ferreiro en el mismo espacio, y en este post esta publicado el texto completo de la respuesta:

Sin duda ésta discusión sobre la situación de los concursos de arquitectura y de los mismos arquitectos que abre Pablo Ferreiro está resonando más allá de las intensiones con el debate «Villalba» sobre el rol de la ciencia y la universidad en el derrame de la Barrick Gold en Veladero; se está acusando a un científico del Conicet de ser «la mano ejecutora» de la violación a la ley de glaciares, pero acusados y acusadores coinciden, significativamente para entender qué decimos cuando hablamos de «expertos», en que «la ciencia es el perejil de la causa», las ciencias y las técnicas parecen responder de forma muy particular y parcial a finalidades internas (por aquello que podemos llamar verdad u objetividad) y esto se ha intensificado progresivamente al punto de que es muy difícil discernir finalidades internas externas, ciencia de política (esto es bien visible en la cuestión de los y transgénicos por ejemplo); hablo de resonancia porque lo que sorprende a los defensores del científico y del Conicet es que una tarea que en apariencia sólo puede ser «constructiva» como lo es una descripción o inventario de formaciones geológicas, una tarea compleja que se emprendió con escasos recursos, una tarea legitimada por el trabajo serio de expertos e instituciones con altos niveles de formalización, o sea con altos estándares tecno-científicos, es puesta en el banquillo de los acusados a la ciencia y a los científicos entre corporaciones transnacionales y altos miembros del poder ejecutivo, puesta en el banquillo no sin argumentos técnicos, producidos no en la neutra academia, sino en la trama diversa de la asamblea de afectados, que sí parece poder producir conocimiento consistente, al menos para la justicia, que no duden cuenta con sus propios consultores. Hace tiempo que no vivimos en un mundo de expertos y no expertos, vivimos por muchas razones en un mundo de experticias y contraexperticias, o simplemente de experticias en conflicto, en un conflicto político que no excluye la violencia. Sólo esto debería ponernos en alerta sobre la sobrevaloración de «hacer» o del «construir» que recorre la breve nota de Ferreiro, un hacer profesional que seria de un orden superior a un «cyberactivismo», como anota en un comentario de FB; hacer u operar como dicen quizás cínicamente o neutralmente algunos arquitectos es mas real y comprometido que criticar. Nada parece hoy estabilizar el rápido juicio moral de la bondad del hacer, de la bondad de la Obra y el Proyecto, y cada vez menos su legitimación por instituciones de expertos que como vemos en el caso Villalba, pero no es el único, están atravesadas por poderes e intereses, y donde todo juicio tecno-científico puede estar modulado por un poder político o económico, pero también porque los niveles de incertidumbre a los que se enfrentan las instituciones y sus expertos son superiores al endeble poder de predicción de sus experticias, inclusive la mera descripción tiene poderes performativos incalculables. Cada vez es más evidente que estamos en una situación en la que la relación entre técnica y política ha cambiado, esto es evidente en el rendimiento electoral de las tecnologías de la información, allí política y tecnología hacen sistema, tecnología es política y política es tecnología. Estamos en un mundo muy lejano del modernismo desarrollista donde las poblaciones, los políticos y los expertos jugaban supuestamente roles bien diferenciados y cada uno con sus propios sistemas éticos y afectivos.

El concurso del ecoparque es simbólico y modélico, como lo fue el proyecto del mismo Zoológico y de los Parques de 3 de Febrero, se pone en juego el tipo de relación de lo humano con lo animal y lo natural. Si la arquitectura puede llegar a ese delicado debate lo hará asumiendo su experiencia y explicitándola en público (reviviendola, si puede) o rebelándose contra ella.

Pero La dimensión política de la profesión arquitectónica local viene sistemáticamente siendo puesta a prueba en la relación entre cultura y naturaleza, y particularmente desde la desregulación de los 90s. Darle forma a esta relación, como indica Ferreiro que es una de las tareas que la arquitectura realiza, puede estar indicando la ocupación y destrucción sistemática de humedales (el caso de la cuenca del Luján es paradigmático por la cantidad de firmas de arquitectura involucradas) y otros ecosistemas. Y un poco más allá habría que preguntarse por el mimo “dar forma”. La misma urbanización del ámbito rural tiene que ser pensada como una avanzada de lo urbano por medios arquitectónicos y debe ser pensada dentro del debate de la industria agro-química; así como la transformación de las zonas “naturales” en “parques” y “reservas”, que funcionan como motor turístico y por tanto como extensión de lo urbano y con altas necesidades de arquitectura, tiene que darnos claves para entender la real producción arquitectónica. La arquitectura es ya parte de la violenta relación entre la cultura y la naturaleza, una posición política de la arquitectura debería poder hacer una sistemática autocrítica, una radical autoevaluación, si quiere rescatar aquellas partes que tienen la potencia de nutrir una relación más justa con lo natural y con lo humano, yo creo que eso es posible, pero hay que asumir los costos.

Que las instituciones públicas y semipúblicas que agrupan a los expertos en la construcción, el el diseño, el proyecto y la arquitectura se fueron transformando en órganos de representación sectorial profesional desvinculandose de la complejidad de la trama de lo real y cerrándose en un núcleo interno de auto-validación y negocios debería ser una clave para emprender una amplia crítica y reflexión colectivas hacia horizontes más generosos, más justos pero también más e innovadores con respecto al espacio y al proceso cultura-construcción-naturaleza, y debería comenzar por la universidad pública, porque esta puede y debe ser auditada y co-pensada desde fuera de esos núcleos endogámicos. La enseñanza y la jerarquización del obrar por sobre procesos más sinérgicos con el medio, y políticamente mas desafiantes, son una extensión de los procesos de colonización de los territorios y de violencia política sobre humanos y no humanos. 

Los grandes emergencias de lo público, qué se enuncian como el material mismo de la civilidad de la arquitectura, no parecen hacer sentido a nivel local para la reflexión o la práctica arquitectónica. Parece que aún no ha podido pensarse el «que se vayan todos» en términos arquitectónicos, y es que el carácter negativo de la frase va en contra de una la positividad de la construcción que prefiere la violencia material a la inacción. La carga negativa de esta crítica no encuentra en el ambiente arquitectonico local ninguna resonancia y esto en gran parte por que no hay crítica de la arquitectura. Las reflexiones actuales varían entre la capacidad de adaptación de la práctica a una orientación ética del obrar en relación a un marco político-legal, pero parecieran no preguntarse por la potencia negativa del hecho público, «que se vayan todos».

Cada vez es más necesario pensar y desarrollar la potencia de no actuar, en el caso de la arquitectura de no construir; esta potencia que en el actual contexto de proliferación de lo construido sería muy valiosa, no es un mero no hacer nada, implicaría todo el desarrollo de una de-construcción positiva de los territorios, una tecnología de la des-re-conexión, una revitalización de todo aquello que es desechado aún cuando servía, podríamos están en presencia de una ciencia del no obrar.

Estas son solo algunas notas de mi lectura del texto de Ferreiro. Seguramente se extenderán.

sss

Pero querría cerrar provisoriamente con otra cuestión implícita en el imperativo de la construcción, de la Obras y el Proyecto, y que es una implicación de la arquitectura en un escenario contiguo al dominio de la naturaleza. La arquitectura aún carga con el modelo de la relación entre el jefe o principio (Arché) y el obrero (tectón), una forma particular del trabajo que considera privilegios sociales y conceptuales al jefe como portador de un principio (una imagen mental previa a la existencia de un algo que será ejecutado por el obrero, imagen que es operada como una orden) y un carácter secundario a aquellos que no serían más que los ejecutores de aquella imagen, realizadores de una copia ya degradada pero material (y que en la Grecia clásica forman un grupo que incluye, obreros, extranjeros, niños y mujeres, donde por otro lado aquellos que no dan las órdenes no tienen capacidad de decisión sobre los asuntos públicos de la ciudad ). El arché de la arquitectura, que es un modelo de relación social operativo, guarda aún fuertes elementos patriarcales como modelo de las relaciones (sociales y ecosistémicas). La relación jerárquica y asimétrica entre jefe y obrero, que logra sobrevivir y posicionarse en un devenir tecnológico de la sociedad, donde el modelo del peón-jefe de obra convive con el uso diseminado de los teléfonos celulares; puede y debe ser interrogada dentro de una incipiente critica generalizada al patriarcado en la sociedad argentina. El arché de la arquitectura tiene que ser repensado, re-vivido, criticado, puesto en relación con el movimiento “ni una menos” que es una crítica emergente y radical y sin precedentes regionales al falocentrismo. Creo que parte de la incapacidad de conectar los temas, de poner en acción innovaciones que emergen de los escenarios, de formular una autocrítica creíble, se puede constatar en que el arché de la arquitectura alcanza hasta el consejo directivo de la misma facultad de arquitectura de la universidad de Buenos Aires donde el 90% de los consejeros son hombres y donde “los no docentes tienen voz pero no voto”.